lunes, 10 de octubre de 2011

las revoluciones sociales del siglo xx

INTRODUCCION

Las revoluciones sociales han sido acontecimientos excepcionales, pero gigantescos en la historia universal moderna. Desde Francia en 1790 a Vietnam a mediados del siglo XX, estas revoluciones han transformado las organizaciones de los Estados, las estructuras de clase y las ideologías dominantes. Han hecho nacer naciones cuyo poder de autonomía superaron los propios pasados prerrevolucionarios.
En Francia se convirtió en un poder conquistador de Europa continental, en Rusia generó una superpotencia industrial y militar, en México dio la fuerza política para hacer del país uno de los más industrializados entre las demás naciones poscoloniales. Asimismo en China, o en países neo coloniales como Vietnam y Cuba.
En algunos casos, estos movimientos han hecho surgir modelos de ideales de inmensa repercusión y atractivo internacional, por ejemplo los ideales de “igualdad, libertad, fraternidad” de la burguesía en Francia. Las revoluciones ejercen un efecto demostrativo más allá de las fronteras de su país de origen, dice Hermassi. (pág. 20)
Las revoluciones sociales no son las únicas fuerzas del cambio, puesto que en cada país han ocurrido trastornos políticos y cambios socioeconómicos. Pero contienen, sin lugar a dudas, una clara pauta de cambio socio político.
Las revoluciones sociales son transformaciones rápidas y fundamentales de la situación de una sociedad y de sus estructuras de clase, van acompañadas por las revueltas y se basan en dos coincidencias: cambio estructural por levantamiento de clases y posibilidad de transformación política y social.
En este libro, el concepto de revolución social se basa notablemente en el énfasis marxista del cambio socio estructural por medio del conflicto de clases, pero no se niega a apartarse de la propuestas de Gurr, Tilly y Johnson. Sin embargo el análisis dejará de lado algunos elementos (desequilibrio de sistema y valores, descontento relativo, etc. Ver pág. 35). La concepción marxista permitirá entender la contradicción básica o tensión de clases que hay en una sociedad, y la concepción de conflicto político permitirá comprender por qué y cómo se desarrollaron las situaciones conflictivas que hace que una clase determinada se encuentre capacitada para luchar en defensa de sus intereses (sean burgueses, proletariado, campesinos, etc.). No obstante, ninguna de las cuatro familias de teoría de la revolución es más preferible que la otra, puesto que en realidad, comparten elementos en común. Para detectarlos, los tres principales principios de análisis son: La perspectiva estructural, las estructuras internacionales influyentes y la autonomía relativa del Estado.


DESARROLLO

A principios del siglo XX las cosas en Rusia seguían igual que en el siglo XIX. Los gobiernos absolutos habían sido derrocados en otros países, pero el absolutismo continuaba en este país. La nobleza seguía siendo una carga económica para el pueblo y las ideas liberales no habían transformado la vida política. Por otra parte, Rusia seguía siendo un país agrícola, y los campesinos continuaban viviendo en la miseria porque la propiedad de la tierra estaba en manos de los nobles, de la Iglesia y de otros terratenientes.
Había otro gran problema: el imperio ruso estaba integrado por un mosaico de naciones diversas: Polonia, Finlandia, Letonia, Ucrania, Georgia y otras, que pretendían su autogobierno y, algunas otras, su independencia.
En el invierno de 1916-1917 los problemas se agudizaron. La prolongada participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial y las derrotas militares de su ejército (mal preparado y poco organizado) provocaron malestar generalizado; la escasez de alimentos generada por la guerra provocó una alarmante alza en los precios.
Rusia inició su expansión en los siglos XV y XVI, y como heredera de la cultura bizantina adoptó para sus gobernantes el nombre de césar, del que derivó czar, y en eslavo zar.
La sociedad quedó dividida en mujiks, o campesinos, y boyardos, o nobleza territorial. Los campesinos, explotados y maltratados, vivían en una situación casi feudal, y se negaban a abastecer de alimentos a las ciudades; los salarios, de por sí bajos, perdieron su escaso valor adquisitivo. Todo esto aumentó las protestas de los campesinos, las huelgas de los obreros y la inconformidad de los burgueses, que estaban interesados en acabar con el gobierno absolutista.
El 27 de febrero de 1917 estalló la insurrección general, especialmente de obreros. Con el apoyo de varias divisiones del ejército atacaron y tomaron San Petersburgo, capital del imperio ruso; luego la revuelta se extendió hacia otras ciudades como Moscú. El zar ordenó combatirla, pero los soldados se unieron a la rebelión; también quiso disolver la Duma o Asamblea, pero sus miembros no lo aceptaron.
Ante esta situación, Nicolás II (1868-1918), último zar de Rusia, abdicó al trono el 15 de marzo, y la familia de los Romanov abandonó la escena política, y llegó a su fin con el asesinato del zar y su familia a manos de los bolcheviques en 1918.
Entonces, los rebeldes nombraron un gobierno provisional, de tendencia monarquista, bajo la presidencia del príncipe Geuri Lvov (1861-1925). En las mismas fechas se reunió el consejo llamado soviet de diputados obreros, en el que participaron dos poderes al mismo tiempo: uno formado por el gobierno provisional, apoyado por los monárquicos, el Partido Demócrata Constitucional, el Partido del Trabajo (llamados trudoviques) y un reducido número de obreros y campesinos dirigidos por Alejandro Kerenski (1881-1970); y el otro estaba integrado por los consejos o soviets, apoyados por los mencheviques, los socialistas moderados, el Partido Social Revolucionario y los bolcheviques, representantes de los obreros, soldados y campesinos, quienes formaron el Partido Comunista con el objetivo de tomar el poder mediante una insurrección armada.
La segunda etapa se inició en julio de 1917, cuando Alejandro Kerenski se hizo cargo del gobierno provisional, y concluyó con la llegada al poder de los bolcheviques en octubre de 1917, apoyados por los soviets.
Los bolcheviques querían una transformación económica, política y social basada en las ideas expresadas en el siglo XIX por Carlos Marx  y Federico Engels.
Mucha gente leía las obras de estos autores y se convenció de que las ideas socialistas podían ofrecer una solución a los problemas de la clase trabajadora o proletariado.
Decían que si los obreros se unían y organizaban tendrían la fuerza necesaria para derrotar al gobierno opresor, lo que constituía una lucha de clases. Afirmaban que los problemas de desigualdad entre los hombres surgieron en el momento que apareció la propiedad privada de la tierra, las herramientas de trabajo y los alimentos, porque eso dio origen a la formación de las clases sociales, es decir, a la división entre trabajadores y dueños de los medios de producción, por lo que se da la existencia de ricos y pobres.
León Trotski (1879-1940) consideraba que primero debía hacerse la revolución burguesa y después la del proletariado, que los trabajadores debían instruirse antes de hacerse cargo del poder, que el socialismo no debía instaurarse en un solo país, sino que debía hacerse la revolución en todo el mundo.
  
LAS PRIMERAS REVOLUCIONES SOCIALES EN CHINA, MÉXICO Y RUSIA
La Revolución Mexicana forma parte de las primeras revoluciones sociales que cuestionaron las estructuras sociales en las que imperaba la desigualdad. La revolución mexicana es la primera gran revolución social del  siglo XX, aunque se marca como fecha de inicio el 20 de noviembre de 1910.
Una de las fechas más aceptadas como el fin de la Revolución Mexicana  es el 5 de febrero de 1917. Por su parte la Revolución Socialista Rusa tuvo lugar en octubre de 1917. Se venia acumulando desde tiempo atrás, el imperio ruso era gobernado por zares, quienes concentraban todos los poderes, decretaban las leyes, designaban ministros y tenían autoridad religiosa. Rusia era un país principalmente agrícola. En los últimos años del siglo XIX, había ciertos movimientos de oposición al zarismo.

La Revolución China es fruto de un proceso que tiene como antecedente una serie de guerras antiimperialistas, ya que China fue objeto de penetración por parte de las grandes potencias mundiales del siglo XIX, como Inglaterra, Japón, Estados Unidos, Francia y Alemania, produciendo además movimientos populares y nacionalistas. En 1946, concluida la segunda guerra mundial y una vez expulsados los japoneses, la guerra civil continuo, pero ahora los nacionalistas recibieron el apoyo de Estados Unidos y los comunistas de la Unión Soviética.



eduardo lara bañuelos
5º "H"

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